Empecé el mes de la mujer terminando de leer un libro formidable. Un relato novelado con la eficaz, admirable y sencilla maestría de Isabel San Sebastián.
Cuando lo abrí, el primer “approach” fue raro.
Venía de terminar “la vida mentirosa de los adultos” que es algo diametralmente opuesto.
En las primeras páginas, me costó seguir el hilo, pero en el fondo de mí ser sabía que era simplemente un primer encuentro un tanto desafortunado, o tal vez en este caso le venga mejor el término: Desventurado.
No me hice rogar mucho antes de volver a su encuentro, ya que al día siguiente estaba nuevamente con ese librote entre mis manos...
¡Listo! A partir de ahí ya estaba acompañado a Tiago y a Mencía en sus periplos.
Cuando mi mamá vivía, uno de nuestros sueños juntas era hacer el “Camino De Santiago” y tenía muchas ideas colgadas de lo que significa hacerlo, me refiero, caminarlo.
¿Quieres saber cómo, cuándo y gracias a quién empezó este camino de peregrinación milenario que lleva a Santiago de Compostela?
Entonces puedes empezar por el principio y viajar a Compostela, año 997 de Nuestro Señor. Sobre la base de un hecho histórico poco conocido en el que, a la orden de Almanzor, el Azote de Dios, trasladaron las campanas de Santiago desde Compostela hasta Córdoba.
Este libro fue un viaje en el tiempo, a un tiempo lejano en el que la gente prefería ir a la tumba antes que traicionar sus creencias. Una prosa maravillosa en la que la autora, Isabel San Sebastián, nos recuerda que la amistad puede surgir en cualquier situación, incluso en aquellas en las que nuestro corazón no se siente capaz de recuperar la esperanza. Pero además, la importancia del honor y la lealtad a uno mismo.
Una historia de amor fuerte. Completamente inesperada, en la que todo el tiempo yo esperaba que pasaran cosas que no sucedieron de la misma manera que los pensó su escritora (claramente ella lo hizo mucho mejor, obvio).
Y amar… Y el amor…
Y ser testigos (ficticios, por supuesto) de que el amor nace y florece y sobrevive a cualquier obstáculo.
El amor siempre es más fuerte. No tengo dudas de eso.
En los capítulos del final lloré. Lloré a mares tendidos. Lágrimas de esas que brotan por diferentes sentimientos.
Fantásticos, todos los personajes, en especial Mencía, “una gran mujer en una tierra de grandes mujeres”. Porque sí, siempre han existido grandes mujeres que no permitieron ser silenciadas, y este mes de marzo brindo por cada una de ellas.
No dejen de subirse a esta maravillosa máquina del tiempo.
Comentarios