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¡Felices 70 años, mamá! Carta para el cumpleaños que no celebramos juntas

Updated: Aug 26

Pienso en las sillas vacías de mi mesa.

En la silla vacía de la cabecera de mi mesa.

La que duele tanto que quiebra.

Este año hubieran sido tus primeros 70.

Sueño despierta con tu celebración, con la familia reunida, con vos en tu papel de anfitriona —ese que te quedaba tan natural, tan tuyo.

¿Con cuánta anticipación habrías empezado a pensar qué ponerte?

Sin dudas estarías espléndida. Nunca te hizo falta tener sangre azul para ser una reina. 

Repaso en mi cabeza la lista de los nombres de las amigas a las que habrías invitado a brindar con vos. Las de siempre, las incondicionales, las que se sumaron en los últimos años.

Haces falta.

En teoría, la ausencia parece algo fácil de entender. Sí, es verdad que el tiempo pone paños fríos, que el dolor se transforma, que las lágrimas se vuelven menos frecuentes. Pero el vacío no se llena.

Cuento las veces al día, en las que me gustaría nombrarte en voz alta y no lo hago.

Me pregunto qué me dirías. ¿Qué consejo me darías? ¿Qué pensarías del camino que vengo andando? ¿Quién sería yo hoy, si vos estuvieras acá?

Seguramente no estaría vistiendo esta piel, que a veces se llena de dudas y torpezas, cargada de silencios y miedos. En cambio, tendría la suavidad que se adquiere cuando se puede escuchar a tu mamá, esa calma que da saber que hay alguien que te conoce desde siempre, que te entiende antes de que digas una palabra. Porque sin importar la edad que uno tenga, o cuán lejos uno haya llegado en la vida, a las madres tienen palabras certeras en momentos inciertos.

Escucharte, habría suavizado mi desconcierto, ordenado las ideas que aún tengo en lápiz, me habrías dado permiso para equivocarme, sabiendo que vos estabas ahí, para apoyarme.

A veces hasta hago un amago con llamarte, pero, lamentablemente, en donde estás, no hay un número directo.


En tus 70, estarías más sabia, menos discreta y, como siempre, junto a mí.

Yo estaría aprendiendo de vos, riendo de tus exageraciones, copiando tus gestos, escuchando tus “secretos” que a veces no eran tan secretos.

Mientras sigo soñando, organizo el festejo de 70 años que no celebraremos juntas. Busco recetas para hacer una torta que no comeremos, cantando bajito un “feliz cumpleaños”, emocionado de que no te cantaré en persona, incluso hasta imaginando cuáles serían tus deseos que procuraré hacer realidad en tu nombre.


Vuelvo a las sillas vacías de mi mesa.

A la silla vacía de la cabecera de mi mesa.

A la que duele porque faltas vos.

Y en este feliz cumpleaños que no tiene eco ni aplausos…

En el martes en el que cumplirías 70 años, tu recuerdo flota en el aire que ya no compartimos. En los abrazos que ya no nos damos. En el tiempo que siento que nos robaron.  En ese título de abuela que tanto deseabas y que apenas llegaste a estrenar.


Este 26 de agosto de 2025, cumplirías 70 años.

Por supuesto que lo estarías celebrando. 

El teléfono no pararía de sonar.

Estarías radiante, con tu sonrisa sincera y tus ojos claros.

Soberbia perfecta.

Envolverías a todos con tu magia, estrenando esa edad de mujer sabia, poderosa, matriarca.

Cruzaría el firmamento por un abrazo tuyo, pero simplemente levanto los ojos al cielo para decir: “Felices 70 años al cielo, mamá”.




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Juntos podemos honrar a quienes amamos, aunque ya no estén físicamente.

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